“LA QUEMA DE LOS PROPIOS VELEROS”

Por Euripides Castro SanJuan Doctor en Ciencias Política
Hay quienes refieren el origen de esta frase a un ardid militar de Hernán Cortés (siglo XVI), pero el precursor de probar suerte en una batalla con esa táctica fue Alejandro Magno (siglo IV a.C.). Este determinado acontecimiento histórico ha marcado el devenir sobre algunas expresiones figurativas en el ejercicio de gobierno y la política en la que no importan las consecuencias, pero obliga a nunca dar marcha atrás en búsqueda del objetivo.
Hacemos este prologo al observar empíricamente lo que nos deja los últimos 25 años de gobiernos y gobernantes en este país. Y, al compararlo con el pasado vemos que, Bolivar en su afán desesperado de que solo se le reconociera a él como el “libertador de América”, no escatimó esfuerzos ni formas para pasar sobre los demás. Fue así como dejó en la vera del camino a personajes de la talla de Francisco de Miranda o de José de Sanmartín. Solo se le salvaron Santander y Páez.
Cuenta la verdadera historia, sobre las indudables razones de egocentrismo por las que Bolivar fusiló a Manuel Piar, a José Prudencio Padilla y a José María Córdoba. Sin desmedro que por su culpa también asesinaran en Berruecos a Antonio José de Sucre y acabaran, política y emocionalmente a Antonio Nariño luego de la Constitución de Cúcuta y después que Bolivar lo dejó solo y a su suerte, a merced de sus enemigos.
Traemos a colación la historia patria, porque en los gobiernos del 2002 al 2010 y del 2022 hasta la fecha, van cayendo “quemados” los mejores “veleros” de ambos gobiernos sin oportunidad de recular a pesar de la dificultad en el camino por las formas de gobernar de los renombrados “adalides de la patria”, obligándolos a devolverse de la única manera posible: en “las naves” de los enemigos. Por ello vemos a exministros y colaboradores de dichos periodos de gobierno “empapelados”, detenidos o huyendo, sin que se diferencien por ideologías u otro factor. Ejemplos redundan, y a quien se devuelve y es recogido por algún barco, que hasta puede ser del enemigo, termina tildado de traidor o de “sapo”.
Vemos entonces y a manera de conclusión que no siempre se debe quemar los propios veleros apostando al todo o nada, porque contrario sensu, los cambios son producto de largosprocesos sociales y su núcleo consiste en la ejecución del pensamiento científico, no de egos, o de tácticas suicidas.
La historia de Colombia nos enseña con creces, que en todos los casos no se debe ser tan obstinado al tanto de “quemar nuestros propios veleros” porque trata de un costo social demasiado elevado y porque estos “veleros” deben ser la reserva a la que podamos recurrir en el futuro para seguir un verdadero proceso político.
Que no nos siga pasando como al rey griego Pirro, quien, a pesar de sus habilidades de estratega y de su gran carisma, le quedó la reputación de ser un líder dispuesto a sacrificar muchas vidas para lograr sus objetivos y por ello, a sus últimas hazañas se les recuerda con el término de “victoria pírrica”, que se aplica a situaciones en que las ganancias de cualquier orden son exiguas o insignificantes.
Colombia desde la “guerra a muerte” con ocasión de la independencia republicana en el siglo XIX, sigue aun de guerra en guerra, sacrificando sus mejores hombres en razón a fanatismos y caudillismos llenos de egos que no nos dejan progresar en el universo de naciones. Necesitamos lo contrario, es decir, gobiernos con consenso político, con pacto social, necesitamos de una alianza donde quepamos todos. Es lo que pedía Alvaro Gomez al ofrecer su “Acuerdo por lo fundamental”. Y, aunque algunos disientan conmigo, el “Frente Nacional” fue un formidable laboratorio político que dejamos inconcluso por egoísmos.