Se ha perdido la guerra de los 100 años
(La guerra contra las drogas de los 400.000 días)

Por EURIPIDES CASTRO SANJUAN Doctor en Ciencias Políticas
Hace algunos años escribí sobre este tema que fue publicado en su momento por el periodista Javier de la Hoz, quien dirigía la página política y de opinión del Diario La Libertad. Es bueno “desempolvarlo” por el furor que ha causado las palabras del Presidente Petro en su discurso de posesión, en la que hace un llamado a los países consumidores para revisar la “guerra contra las drogas” que, a su instancia, solo ha dejado cientos de miles de muertos en Latinoamérica por la producción y tráfico ilegal de estupefacientes.
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Este vicio por la Coca fue ensalzado por personajes de la historia universal como Sigmund Freud, que escribía ya en el año 1884 en su celebre ensayo “Sobre la coca”, que había probado por si mismo el efecto de la cocaína “como una docena de veces. Aparta el hambre, el sueño y la fatiga y sobre todo fortalece el esfuerzo intelectual” (sic). Pero no solo fue Freud quien le dio loas a esta sustancia, fue uno de los múltiples reconocimientos de las figuras de la época a finales del siglo 19 en países que surgían de la revolución industrial como dice el Dr. David Musto investigador de Yale en su obra “American desease” que ya en 1884 estaban al alcance de los norteamericanos en 15 diferentes formas para su consumo, “se vendía cocaína en forma de cigarrillos, inhaladores de cocaína y cocaína pura en solución para inyecciones hipodérmicas”. “Desde París llegaban pociones fabricadas por Ángelo Marianni, el famoso “Vin Mariani”, mezcla de vino y cocaína. Este vino llegó precedido de elogios según Musto, de figuras como el Papa León XIII, Thomas Alba Edison, Sara Bernhardt, Emile Zola, Henry Ibsen, Julio Verne y el príncipe de Gales.
Para el pueblo raso y de escasos recursos, según el profesor David Musto, la nueva droga tenía una presentación menos rigurosa. El obrero que sentía cansancio por la carga laboral podía escoger entre Cola Koke, Rocola, Koka Nola, etc.
Pero también la guerra contra las drogas no es reciente, lleva más de un siglo. El Estado de Nueva York al sospechar del polvo blanco, comenzó esta guerra en 1907 cuando aprobó una Ley Anti-cocaína para restringir su venta. Solo se podría adquirir la pasta de la hoja mediante recetas médicas. En 1910 el Presidente de la Unión William Howard Taff, declaró oficialmente a la cocaína como enemigo público número uno. En 1914 el Congreso de los Estados Unidos aprobó la “Ley Harrison”, que regulaba estrictamente la distribución y venta de la droga, es decir desde ese momento el uso de la Cocaína se consideró del todo condenable, por ello los países latinos, a la sazón los productores, se vieron obligados a tipificarlo también, lo que llevó a combatir la droga con todas las armas, estrategias, métodos y consecuencias, especialmente en terreno latinoamericano, tal como lo ha descrito el presidente Petro.
Hay que destacar que, en el pasado tal como ahora, distintos mandatarios colombianos tímidamente han considerado la legalización de estos estupefacientes, entre ellos Alfonso López respecto de la Marihuana y, Ernesto Samper sobre la cocaína. Pero quien ha ido más lejos es Juan Manuel Santos porque en su momento colocó el tema en la agenda de la cumbre de las Américas para su discusión y puso a los EEUU a considerar esa posibilidad, toda vez que en algunos Estados de la Unión se ha legalizado la siembra y consumo mínimo de la marihuana.
Lo que significa que la propuesta del presidente Petro no es descabellada (a pesar que soplaban vientos en la plaza de Bolívar), por lo menos intenta que si no se legaliza la distribución y consumo de los alcaloides, se debe buscar alternativas y tácticas diferentes para atacar el problema, toda vez que la estrategia de guerra frontal del tráfico y la de arrasar con químicos los cultivos fuera de territorio norteamericano, ya denota cansancio y una sensación de que se está perdiendo la batalla contra las drogas en países como México y Colombia.
En esta orilla del rio Bravo, por esa lucha antidrogas se han cometido errores judiciales, violación de derechos humanos y transgresiones al medio ambiente, resultando que personas inocentes han pagado condenas y fueron extraditados sin tener vinculo alguno con el tráfico de drogas, quebrantando asimismo, el derecho a la dignidad humana, el debido proceso y el derecho de defensa (art.29 superior) y contrariando también el artículo 7, numeral 3°; el articulo 8 numeral 2° de la Convención Americana de los DDHH (Pacto de San José de Costa Rica) y demás tratados sobre DDHH suscritos por Colombia en razón de dicha “cacería de brujas” por presuntos positivos antidrogas. Podemos señalar ejemplos como el del vendedor de plátanos en una carretilla, habitante del barrio “Villanueva” un deprimido sector de los caños del mercado público de Barranquilla, junto con su hijo, un estudiante de enfermería, que fueron detenidos cuando arriaban la carretilla vendiendo plátanos en los mercados de “Barranquillita”, llevados a la cárcel y luego extraditados a EEUU por el presunto delito de lavado de activos. Posteriormente, luego de 2 años quedaron libres después que la justicia estadounidense comprobó que la justicia colombiana y los policiales se habían equivocado. Sobran los ejemplos con vendedores ambulantes de aguates, que fueron confundidos con peligrosos traficantes.
De otro lado, la erradicación química del arbusto de coca, además de no minimizar la producción y tráfico de cocaína, ha traído solo problemas de gravedad incalculable de tipo ambiental en los países latinoamericanos donde se usa el glifosato por aspersión aérea, influyendo en la salud pública con enfermedades de la piel y vías respiratorias en las comunidades indígenas y de campesinos que habitan los territorios donde nacen casi silvestre las matas de coca y de marihuana.
Es de aclarar que en estos países latinos no se inventó la adicta droga. Milenariamente ha sido utilizada la hoja de coca por nuestros aborígenes en rituales culturales, religiosos y como energizantes naturales en sus travesías por la selva. Quienes convirtieron la hoja natural en droga estupefaciente fueron otros (en principio en formas de vino y refrescos como elixir de la vida o como remedio para la fiebre del heno y los dolores de muela). A nuestros indígenas y campesinos se les ha perseguido, desplazado y humillado porque se encuentran en la mitad del conflicto a merced del fuego cruzado entre la banda de traficantes y las fuerzas regulares del Estado. Por ello son presa fácil de violaciones a sus derechos humanos, entre ellos obligados al desarraigo de sus territorios naturales y ancestrales, con la consecuente usurpación de sus tierras y de la aculturación en los cordones de miseria de las grandes ciudades. Nuestros indígenas no tienen culpa de este conflicto, pero son siempre las victimas de ese nefando invento de la “civilización”.
Se requiere un profundo debate que lleve a concluir con este flagelo que controvierte la salud pública. Ya abrió debate el presidente Petro, “el balón” corre por cancha de consumidores. La esperanza consiste en que “no hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista”, tal como sentenciaba mi tío Kasimirito Barragán.