Columna miércoles: Pan y circo

Por José David Name Cardozo
Senador de la República Partido de la U
A pesar a las tragedias registradas en años anteriores, el consumo de bebidas alcohólicas de fabricación artesanal, sigue tocando la puerta en los sectores más vulnerables de la ciudad de Barranquilla. El pasado 23 de septiembre, una intoxicación masiva provocada por el consumo de licor adulterado con metanol, que al día de hoy deja un saldo de 13 personas fallecidas y 12 hospitalizadas, expuso, nuevamente, una problemática social, de salud pública e indiferencia administrativa que se ha vuelto recurrente.
ES NOTICIA HOY:
Los barranquilleros aún recuerdan la celebración del Día de la Madre de mayo de 2004, en el que se registraron 19 muertos y alrededor de 54 personas afectadas por la ingesta de licor de fabricación casera. También, la tragedia similar que se presentó en el mes de septiembre de 1989, que dejó 26 muertos y otros con graves secuelas como ceguera y trastornos mentales. Es así como la negligencia institucional, la debilidad en las cadenas de control y la proliferación de economías ilegales se han combinado para fortalecer este fenómeno mortal.
La ausencia de campañas de educación, prevención y control por parte de la Alcaldía Distrital, así como la indiferencia frente a estas prácticas en sectores de alta vulnerabilidad como El Boliche, reflejan la profunda desigualdad social y económica que se vive en la ciudad. Esta emergencia de salud pública es un espejo de la exclusión social del distrito de Barranquilla, que voltea la mirada de los problemas de pobreza extrema e invisibiliza las necesidades de amplios sectores, abriendo la puerta a quienes se aprovechan y se lucran con la vida de los más vulnerables.
Una vez más, la respuesta de la Alcaldía ha sido tibia y tardía. Tenemos una administración que pareciera más preocupada por la foto y la inauguración de obras que por el bienestar de los ciudadanos. Cada víctima que ha cobrado esta tragedia, representa la expresión más cruda de un modelo social que desprotege a los más débiles y permite que otros se enriquezcan con su sufrimiento.
Resulta inaceptable que después de tantos años no exista una estrategia efectiva para enfrentar esta problemática; el licor artesanal sigue siendo una amenaza silenciosa y mortal que se expande por la ciudad sin control alguno. Mientras tanto, sigue el show de pan y circo en las redes sociales.
Esta tragedia es un campanazo de alerta no solo local, sino también a nivel nacional para ir más allá de los operativos momentáneos de incautación y adoptar medidas estructurales que incluyan controles más estrictos en la producción y distribución, sanciones ejemplares a los responsables, un trabajo coordinado entre salud, policía, aduanas y justicia y, sobre todo, un trabajo social continuo de concientización comunitaria que ponga en el centro la vida de los ciudadanos.