EL PULSO DE PODER ENTRE LAS ELITES y EL PROCESO JUDICIAL CONTRA ALVARO URIBE

Por EURÍPIDES CASTRO SANJUAN Doctor en Ciencias Políticas
Como prólogo debo señalar que este articulo tiene un carácter académico e histórico y nada tiene que ver con fanatismos de derecha o de izquierda. Es más, no creo que en Colombia y en América latina exista filosóficamente, ni la extrema derecha ni la extrema izquierda, porque ambas tendencias tienen igual origen militar y, mucho menos creo que exista filosóficamente o matemáticamente hablando, el “extremo” centro en política.
Lo que si podemos asegurar es que desde un principio en Colombia, para buscar la independencia cómo nación, se dieron rivalidades entre bandos (partidos). Esto resulta de la discusión sobre la forma de gobierno que se debía adoptar en Latinoamérica, que a la sazón fue polémica y compleja. Un partido Republicano antiesclavista liderado por Bolívar, Nariño, Carbonell y los Gutiérrez de Piñeres y, otro bando proclive al esclavismo que hacía intentos decimonónicos por establecer una Monarquía, liderado por Camilo Torres, Pey, Acevedo, Azuero, Caldas, Girardot y Santander, entre otros, para coronar a un heredero del trono cómo lo hicieron en Brasil (Pedro I), México (Iturbide-Maximiliano I), Haití (Christophe) y lo intentaron en Argentina (Belgrano y Carlotistas) y en el Perú de Sanmartín.
El caso del Expresidente Álvaro Uribe Vélez no es nuevo, ni mucho menos casual. La historia nos cuenta que la Elite siempre utiliza a alguien con carisma de masas, para que acaudille sus causas y después que los utiliza los abandona a su suerte. Por ello, si nos remontamos a nuestra historia, podemos observar situaciones similares. No en vano la histórica aristocracia colombiana ha sido considerada la más inteligente y sagaz de América.
Miremos la historia entonces. A finales del siglo XVIII, en la provincia del Socorro, los terratenientes criollos como Salvador Plata y Berbeo, convencieron a José Antonio Galán, quien tenía un gran arraigo popular, para que liderara la Revolución de los comuneros, este a su vez, logró reunir a los indígenas y campesinos de la región para marchar a Santafé y tumbar al Gobierno virreinal. Pero Galán fue traicionado en Tunja por los mismos que lo indujeron a marchar contra el virrey. Estos firmaron las capitulaciones con Caballero y Góngora, obteniendo algunas prebendas como títulos sobre las tierras y cargos administrativos para los criollos del Socorro, por lo que ordenaron frenar la marcha a Santafé y disolvieron el ejercito campesino e indígena. Ellos mismos se encargaron de entregar a Galán a las autoridades monárquicas. Fue sentenciado a muerte y desmembrado. Las partes de su cuerpo fueron colocadas en varias poblaciones, para que sirviera de ejemplo a quien osara seguir sus pasos.
Luego del grito de independencia de Cundinamarca de 1810, que consolidó José María Carbonell y en la que se visibilizó las tendencias republicanas de éste y los intentos monárquicos de los “carracos”, en medio de la “patria boba” surge nuevamente la figura de Antonio Nariño a quien nombraron por solicitud del pueblo, como presidente de Cundinamarca reemplazando a Jorge Tadeo Lozano. Los monárquicos lo convencieron de que debía controlar los territorios del Cauca y del Sur, entre ellos a Pasto. Nariño lleno de patriotismo partió con un ejercito logrando vencer en Popayán a los realistas comandados por el sanguinario Zámano y acordó que le enviaran refuerzos para tomarse Pasto, que no quería nada con la fronda criolla, porque sabían de sus ambiciones. Pero Santander, Baraya, Obando y Girardot que habían prometido los refuerzos, dilataron la partida e hicieron creer a la tropa que los pastusos habían matado a todo el ejército republicano y, por ello los soldados se retiraron del centro de batalla dejando solo a Nariño que al final tuvo que entregarse. Luego fue enviado a las mazmorras de Cádiz, donde estuvo preso hasta 1820.
No vamos a ahondar sobre lo sucedido a Bolívar o Sucre, quienes después que fueron utilizados por la misma elite para libertar a nuestra nación, terminaron muy mal. Uno asesinado en Berruecos y el otro tristemente olvidado en una finca de Santa Marta.
Haremos un salto enorme para ubicarnos en la segunda mitad del Siglo XX, en tiempos de la postguerra mundial y luego de la muerte de Gaitán, cuando la guerrilla de los llanos comandadas por Guadalupe tenía incendiado al país con el propósito de tomarse el poder. La elite aristocrática llamó al General Rojas Pinilla, para que este pacificara al país y mediante un simulacro de Golpe de Estado, fue colocado como dictador. Luego de realizar su cometido de reducir y negociar con la guerrilla de Guadalupe y, de ganarse el favor popular por las grandes obras que realizó modernizando la estructura del Estado, éste quiso quedarse unos 4 años más y lo frenaron, le colocaron una Junta Militar dándole un golpe de Estado y luego fue acusado y condenado. Siendo el primer y único Presidente de Colombia que ha sido condenado.
La historia parece repetirse. La Elite descendiente de Santander y demás, en 2002 llama al exgobernador de Antioquia Álvaro Uribe Vélez para que les quite la amenaza guerrillera de la FARC, que ya estaba situada en las goteras de Bogotá y hasta le dieron 8 años para realizar a sangre y fuego tan difícil tarea, logrando que la guerrilla se replegara a la selva. Pero Uribe cometió el mismo error que Rojas, quiso quedarse otro periodo más, como es lógico, no se lo permitieron. Ha seguido insistiendo, por ello ya lo encausaron en un tipo penal y, le expidieron una orden restrictiva de la libertad de manera preventiva, por lo que queda avisado.
En conclusión, en Colombia no existe ni extrema derecha ni extrema izquierda porque nada las diferencia, solo existen elites en busca de las mieles del poder, obviamente, para sus miembros. Y mucho menos existe el “extremo” Centro. Cómo decía mi tío Kasimirito Barragán: “O eres de esta o de la otra”, frase que enmarca la polarización en nuestro país, a pesar de los doscientos años de independencia republicana, lo que significa, que siguen ocultas las raíces monárquicas sembradas aquí durante la colonia haciendo que el trono presidencial se torne hereditario.