LA GENUFLEXIÓN DE JOAO
Por Horacio Brieva
No, Joao. No había necesidad de eso. Ni vuelvas a repetirlo. No olvides que vivimos en una democracia y que en esta todos los ciudadanos somos iguales. Solo estamos sometidos a la Constitución y la Ley.
Tengo un gran aprecio por los Herrera. Por Lao y Víctor. Y por el mismo Joao. Todos ellos periodistas. Joao, de hecho, fue un destacado comentarista del equipo del inolvidable Edgar Perea en las soleadas y emocionantes tardes junioristas del Romelio Martínez.
Precisamente, por ese aprecio me atrevo a decirle a Joao que no fue una buena señal su insólito gesto de intentar besarle la mano a Fuad Char en un encuentro político donde, entiendo, le concedieron el aval de Cambio Radical a la Alcaldía de Soledad.
El comportamiento de Joao desató referencias burlonas a la película El Padrino, donde Amerigo Bonasera besa la mano de don Vito Corleone para lograr de este la justicia que no consiguió en la justicia formal en favor de su hija abusada y golpeada por unos malandrines. El hecho de que se trate de una memorable escena de una obra de arte insuperable no significa que sea imitable en el ámbito de la democracia. No puede serlo porque en las democracias hay ciudadanos emancipados. No vasallos del feudalismo.
Joao no se portó como lo prescriben los mejores teóricos del pensamiento democrático y liberal. Pues le dio un arrebato de servilismo cuando tuvo al frente a Char. Afortunadamente, él alcanzó a evitar, sonriente y sin brusquedad, que se consumara el obsecuente beso de mano. Fue un pésimo mensaje en alguien que ha sido alcalde y quiere serlo por segunda vez.
En la Iglesia Católica besarle el anillo a los jerarcas es una tradición, pero no es un ceremonial al que estemos obligados los católicos y menos cuando nos relacionamos con jefes de partidos políticos, a los cuales se les puede profesar respeto o afecto sin caer en la genuflexión.
Además, otro implícito mensaje negativo de Joao, con su espalda encorvada, fue que sus rendiciones de cuentas serían ante Fuad Char, por razones de obediencia y fidelidad, y no ante la ciudadanía de Soledad. Como debe ser.
No, Joao. No había necesidad de eso. Ni vuelvas a repetirlo. No olvides que vivimos en una democracia y que en esta todos los ciudadanos somos iguales. Solo estamos sometidos a la Constitución y la Ley.
Fuad Char es un hombre poderoso. Y no veo que esto sea cuestionable. Pero eso no lo hace un señor feudal a quien debamos tributar reverencia. Por el contrario, quienes somos partidarios de sociedades liberales defendemos que los ciudadanos sean políticamente adultos. En este tipo de sociedades las personas se distinguen por su capacidad de ser libres y de tomar decisiones autónomas.
A mí me encanta esa joya emblemática del cine que es El Padrino. Repetirla es siempre un inagotable deleite estético. Pero por favor, Joao, sin imitaciones a Bonasera.
TOMADA DE EL HERALDO